LÁGRIMAS FECUNDAS
Una diamela cándida
Y un nardo dulce y tierno,
Cariñosos amábanse
Con el afán eterno,
Con el afán dulcísimo
Del verdadero amor.
Murió la amante tímida;
Lloró el nardo su pena...
Y al riego de sus lágrimas
La siempreviva amena
Sobre la flor exánime
Dejó crecer su flor.
Setiembre, 1849
José Selgas y Carrasco