FANTASÍA DE LA ESTACIÓN ADVERSA
El desfile de los días morosos, enlutados por el invierno, visitados por la pesadumbre. Los pájaros del cielo, emisarios de la tormenta, desbandados por la ventolera. La niebla suspendida, de pies alados, esquivos del contacto de la tierra.
El palacio de los escombros fulminados sobresale en la comarca ignota, orillas del mar de las aguas pesadas, y una selva le cubre las espaldas.
El cortejo de los jóvenes alegres, venidos de más allá del horizonte, profana cierto día las salas y aposentos de la ruina feudal. Motejan las armas de la panoplia antigua y su retozo descomunal despierta los ecos indignados.
Visitan la selva, donde cortan a raíz los árboles macizos, reproduciendo a cada paso el derrumbe estrepitoso de una torre, y componen esquife liviano, seguros de continuar, por nuevos caminos, su peregrinación bulliciosa.
Partieron entre canciones volanderas, señal de su humor desprevenido, a la exploración del mar enigmático, y perecieron náufragos en sus aguas pesadas, antes de comunicar el descubrimiento del palacio fatal.
José Antonio Ramos Sucre