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¡Noche; lago tranquilo,
donde miente mi vida
su eternidad, copiando
su día fugitivo inmensamente; donde
mi corazón está, entre las estrellas,
copiado, como entre la copia
—cercana e imposible—
de un almendral en flor en un remanso!
—¡Perpetua amiga, sin los celos ni la envidia
de nadie de los días, noche!—
¡Noche, divino espejo,
en que el cuerpo se ve su alma; igual,
profunda redención de todo el hombre; eterna
engañadora, nunca, nunca
infiel a tu mentira
de justicia y belleza!
Juan Ramón Jiménez