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¡Cómo la luz del día
se me entra por los ojos, hasta el alma!
Mi cueva se deslumbra,
pobre como es, de gloria,
y parece colgada de oro vivo.
Y mi alegría sale
de ella, como una hija
bella, desnuda, libre,
en el raudal contento de mi cante,
que se lleva la aurora al infinito.
Juan Ramón Jiménez