LIRAS ETERNAS
I
Las dulces arpas de los bardos celtas,
Ya por el musgo envueltas,
Ceñidas de crespón las cuerdas de oro,
Cuelgan del bosque anciano.
Tristes y mudas, sin que amiga mano
Arranque de ellas el raudal sonoro.
II
Pero siempre en el bosque hay una rama
Que la brisa embalsama
Con el silvestre olor de la magnolia;
Y la oscura arboleda
Con el viento fantástica remeda
La blanda vibración de una arpa eolia.
III
Y si algún soñador vaga y se pierde
Entre la sombra verde
Que incuba el bosque, y mira sorprendido
A las frondas oscuras,
Ve fulgurar un astro en las alturas
Y entre las ramas palpitar un nido.
IV
Y mira alli que, enamorada esposa,
La Soledad reposa
Junto al Silencio, que ante el arco rolo
De torcida caverna,
Tañe en oscura melodía interna
La vibradora flauta de lo ignoto.
V
Que aunque alcéis a la muerta Poesía
Dolorosa elegía,
¡Oh bardos! y del arpa a los bordones
No arranquéis notas bellas,
Siempre darán fulgores las estrellas,
Siempre darán amor los corazones.
José María Rivas Groot