ROMANCE XIII
LA ZAGALA DESDEÑOSA
Si me quieres como dices,
Deja el desdén, zagaleja,
Que nunca bien hermanaron
El amor y la aspereza.
Opón cruda los desdenes
Si otro zagal te festeja,
Que a dos escuchar a un tiempo
Es hacer a ambos ofensa.
Uno sea el escogido.
Mas cuando feliz lo sea
Goza en paz de su ternura,
Y él en libertad te quiera;
Y celébrete entre todas,
Y en derretidas finezas
Pagándole tú benigna,
Su llama exhalarse pueda.
Que en el amor los rigores.
Son cual hielo en primavera,
Que al Mayo roba sus galas,
Y a los ganados la yerba.
Y el favor plácida lluvia
Con que Abril al campo alegra,
Que hace florecer los valles,
Y espigar la sementera.
Favorece, y no desdenes,
Que no toda la belleza
Está en unos lindos ojos,
O en una dorada trenza.
La beldad erguida y vana
Es bien cual pomposa yedra,
Que embeleso de los ojos,
Ninguno estéril la aprecia:
Mas al agasajo unida,
Cual vid de racimos llena,
A cuya sombra apacible
Gozosos todos se sientan;
Y cuyos vástagos verdes
Cuando en el olmo se enredan,
Ornándolo con sus hojas
Con sus abrazos lo estrechan.
Flor de un día es la hermosura,
Y el tiempo tras sí la lleva;
Y si en mis palabras dudas,
Toma una lección en Celia.
Celia la célebre un día
Por su beldad hechicera,
Que despreció a mil rendidos
Cuanto envanecida necia;
Y hoy ultraje de los años,
Busca en sus ardores ciega
Quien la sirva, y todos huyen;
Quien la mire y no lo encuentra.
Voló con su nieve y rosa
De sus ojos la viveza,
Y rugosa y sola y triste
A un seco rosal semeja.
Solo la bondad sencilla
Que cariñosa aunque honesta
Oye a su zagal querido,
Y le corresponde tierna;
La que con sus gracias ríe,
Y con él baila en la fiesta,
Y en el seno pon sus flores,
Y con otras su amor premia;
La que viendo en él su esposo,
Ni se esquiva ni avergüenza
De qué a ella todos por suya,
Y a él por su amante los tengan:
Esta siempre como el alba
Brillando en su luz primera,
A cuantos la ven rendidos
Guarda en su dulce cadena.
Los años no la obscurecen,
Ni los cuidados la aquejan,
La emulación la perdona,
Y la envidia la respeta;
Siendo aunque en edad tardía
Su agrado y felices prendas
Delicia de los zagales,
Como encanto de las bellas.
Sé pues afable, Amarilis,
Cesa en los desdenes, cesa;
Que en tu júbilo y donaires
Bien ese rigor no suena:
Ni te formaron los cielos
Así extremada y perfecta,
Para que tan altos dones
Míseramente se pierdan.
Sé afable con quien te adora,
Y verás toda la aldea,
Si ora tu altivez murmura,
Celebrar tu gentileza.
Así cantaba Belardo
De una zagala a las puertas;
Y ella asomándose airada
Que calle y parta le ordena.
Juan Meléndez Valdés