ODA XXXI
A LAS ABEJAS
Solícitas abejas,
No en los tendidos valles
Más revoléis inquietas
Por vuestra miel suave.
No apuréis de la rosa,
Cuando el rubio Sol nace,
Las perlas de que el Alba
Llenó su tierno cáliz.
Ni su albor puro sienta
La azucena fragante
Por vosotras ajado,
Si buscáis azahares.
Y el clavel oloroso
Para las bellas guarde
Su pompa; y con la nieve
De sus pechos contraste.
Mas los labios floridos
Asaltad susurrantes
De mi amada; y el néctar
Que destilan robadle.
Allí nardo, y aromas,
Y dulzor inefable,
Y líquido rocío
Hallaréis abundante.
Pero dad a los míos
Del feliz robo parte
Sin que a herirlos se atreva
Vuestro dardo punzante.
Que es su boca divina
Venero inagotable
De miel suave y pura,
De gracias celestiales.
Juan Meléndez Valdés