ODA XXIX
MIS ILUSIONES
¡Cuán grata la memoria
Las horas fugitivas
Renueva embelesada
De mi niñez florida!
¡Con qué indecible encanto
Repaso aquellos días
De aéreas esperanzas,
De olvido y paz sencilla,
En que todo a mis ojos
Riente se ofrecía,
Pura siempre y sin nieblas
Del Sol la luz benigna!
Aquellos en que al lado
De la sin par Dorila,
Con la feliz llaneza
Que la igualdad inspira,
Yo de su amor naciente
Las tímidas primicias,
Y ella el mío en los trinos
Gozaba de mi lira.
No trocando dichoso
Mi oscuridad tranquila
Por cuanto los mortales
Con más ardor codician,
Sin los cargos y penas
Que hoy mi espíritu abisman,
Sobrando a mis deseos
Mi humilde medianía,
Yo ciego la adoraba,
Y ella por mí perdida
Con virginal ternura
Más ciega me quería:
Siguiendo mis pisadas.
Cual dulce tortolita,
Que de su fiel consorte
Ni un punto el lado olvida.
Amor nos dio sus fuegos,
Citeres sus delicias,
Nuestra inocencia amable
Descuido y alegría.
¡Oh tiempo afortunado!
¡Oh edad de amor y risas!
¡Sabrosas ilusiones,
Que aun la razón fascinan!
Cuando alegre os recuerdo,
Piensa el alma embebida
Que la corriente sube
Del río de la vida.
Y en un grato delirio
Por su plácida orilla,
Toda juegos y bailes,
Toda aplausos y vivas,
Entre flores y sombras,
Cual un tiempo solía,
A mi aún niño me sueño,
Y a mi Dorila niña.
Y bebo, y canto, y río;
Y en nueva lozanía
Los años desaparecen,
Que mi verdor marchitan,
El aire embalsamado,
Y la delicia misma
Respira alegre el seno,
Que respirar solía.
Y los dulces transportes,
Y encantos y alegrías
Que entonces me embriagaron,
La mente se imagina.
¡Feliz yo, cuántas veces
Me ofrece compasiva
Las sombras mi memoria
De mis pasadas dichas!
Juan Meléndez Valdés