EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS
Citándonos, después de oscura ausencia,
tu alma se derretía en largo lloro,
a causa de quién sabe qué tesoro
perdido para siempre en tu existencia.
Junto a los surtidores, la presencia
semidormida de la tarde de oro,
decíate lo mucho que te adoro
y cómo era de sorda mi dolencia.
Pesando nuestra angustia y tu reproche,
toda mi alma se pobló de noche...
Y al estrecharte murmurando aquellas
remembranzas de dicha a que me amparo,
hallé un sendero matinal de estrellas,
en tu falda ilusión de rosa claro.
Julio Herrera y Reissig