A WASHINGTON
ESCRITA EN MONTE VERNÓN
Primero en paz y en guerra,
Primero en el afecto de tu patria
Y en la veneración del universo.
Viva imagen de Dios sobre la tierra,
Libertador, legislador y justo,
Washington inmortal, oye benigno
El débil canil, de tu gloria indigno,
Con que voy a ensalzar tu nombre augusto.
¿Te pintaré indignado
Á la voz de la patria dolorida
Volar al arduo campo de la gloria,
Y como Jove en el Olimpo armado
A la suerte mandar y a la victoria?
Magnánimo apareces;
Ríndese Boston, y respira libre.
Vanamente el tirano
Cuarenta mil esclavos lanza fiero
Para extirpar el nombre americano.
Tú, sin baldón, al número cediste,
Y acallando el espiritu guerrero,
A tu gloria la patria preferiste.
Así del pueblo eterno los caudillos
Al vencedor Aníbal contemplaron
Con inmutable frente,
Y la invasión rugiente
A la púnica playa rechazaron.
Mas luego, en noche de feliz memoria,
Del Delaware el vacilante hielo
Ofreció a tu valor y patrio celo
El camino del triunfo y de la gloria.
La soberbia británica humillada
Es por último en York, y su caudillo
Rinde a tus pies la poderosa espada.
El universo atónito saluda
A la triunfante América, y te adora.
Mientras que la metrópoli sañuda
Tu gloria bella y su baldón devora.
Mas cuando por la paz inútil viste
De libertad la espada en tu alta mano,
El poder soberano
Como insufrible carga depusiste.
Alzado a la primer magistratura,
De tu patria la suerte coronaste,
Y en cimientos eternos afirmaste
La paz, la libertad sublime y pura.
De años y gloria y de virtud cargado,
Con mano vencedora
Regir te vieron el humilde arado.
Con Sócrates divino te asentaste
De la Fama en el templo,
Y a la virtud, con inmortal ejemplo,
La fe del universo conservaste.
Cuando en noble retiro,
De oro y de crimen y ambición ajeno,
Tu espléndida carrera coronabas,
En este bello asilo respirabas
Pobre, modesto y entre libres libre.
¡Oh Potomac! del orgulloso Tibre
No envidies, no, la delincuente gloria,
Que no recuerda un héroe como el tuyo
Del orbe todo la sangrienta historia.
Por la Francia feroz amenazada
Vuelve la patria del peligro al día,
Y en unánime voto al héroe fía
De libertad y América la espada.
Los rayos de la gloria
Vuelven a ornar su venerable frente...
Mas ¡ay! despareció, volando al cielo,
Como de nubes en brillante velo
Hunde el sol su cabeza en Occidente.
¡Oh Washington! Protegen tu sepulcro
Las copas de los árboles ancianos
Que plantaron tus manos,
Y lo cubre la bóveda celeste.
Aun el aire que en torno se respira,
El que tu respirabas.
Paz y santa virtud al pecho inspira.
En la tumba modesta,
Que guarda tus cenizas por tesoro,
Ni luce el mármol, ni centella el oro,
Ni entallado laurel, ni palmas veo.
¿Para qué, si es un mundo
A tu gloria inmortal digno trofeo?
Con estupor profundo
Por tu genio creador lo miro alzado
Hasta la cumbre de moral grandeza.
Potente y con virtud; libre y tranquilo;
Esclavo de las leyes;
Del universo asilo;
Asombro de naciones y de reyes.
(1824)
José María Heredia