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A LOS GRIEGOS EN 1821

Jamás puede un tirano
La cadena cargar al pueblo fuerte
Que enfurecido se alza, lidia, triunfa,
O sufre noble muerte.
¡Pueblos famosos de la antigua Grecia,
Vosotros lo decís! En el orgullo
De su inmenso poder jura Darío
A torpe servidumbre someterlos,
O a la desolación: estremecida
Yace la tierra, y en silencio yerto
Aguarda el yugo en estupor hundida.

Mas alza Atenas la sublime frente,
E impávida resiste
Al furibundo asolador torrente,
Que en su valor el ímpetu quebranta.
¡Campo inmortal de Maratón! Tú viste
De Milciades magnánimo la gloria;
Y luego en Salamina y en Platea
Teraístocles, Arístides, Pausanias,
Triunfan, y en Grecia truena
De libertad el grito y de victoria.

¡Tierra de semidioses! ¿Cómo pudo
Cargarte el musulmán la vil cadena,
Que cuatro siglos mísera sufriste?
Raza degenerada,
¿No el nombre de Leónidas oíste?
¿O el despotismo audaz ha devorado
Las páginas de luz en que la historia
Consagra los recuerdos
De tu antigua viirud y de tu gloria?

Mirad como se acerca enfurecido
El segundo Mahomet, y precedido
Marcha de sangre y devorante fuego:
En vez de apercibirse a los combates,
¡Ved cuan pálido tiembla el débil griego!
¡Ignominia! ¡Baldón! Su negro manto
Por Grecia desolada
Tiende la esclavitud, y el templo santo
Profana el musulmán con sus furores.
Europa consternada se estremece
Cuando la media luna destructora
A Bizancio domina, y vencedora
Cual fúnebre cometa resplandece.

¿Dónde la Grecia fue? ¿Dónde se ocultan
De la brillante Atenas
Y de la fiera Esparta y de Corinto
El pasado esplendor? Miseria, sangre,
Y muda esclavitud presenta sólo
Por cuatro siglos la moderna Grecia.
Sus vírgenes adornan el serrallo
De vil bajá: la hierba solitaria
Crece en el Partenón abandonado.
El viajero, en escombros reclinado,
En vano busca suspirando ahora
La patria de las ciencias y las artes,
De Roma y de la tierra la instructora.
¡Ay! todo pereció: su triste anhelo
Halla tan sólo de la Grecia antigua
El aire puro y refulgente cielo.

Pero amanece del destino el día,
Y Grecia es libre ya. Se alzan sus hijos
Que ha poco la olvidaban,
O en languidez imbécil suspiraban
Por el socorro infiel del extranjero.
Su genio majestoso,
El de Aristogiton y Harmodio fiero,
Deja la tumba, su radiosa frente
En el cabo de Ténaro levanta
Exclama ¡Libertad!  ardiendo en ira,
Esperanza y ardor al griego inspira,
Y al feroz musulmán hiela y espanta.
Los númenes antiguos
Se agitan bajo el mármol mutilado,
Que murmura confuso ¡Guerra! ¡Guerra!
Cual se oye por los senos de la tierra
Vagar trueno profundo y dilatado.

Ya vuelan por la Grecia estremecida
De ¡Libertad!  y ¡Gloria!  y de ¡Venganza!
Furibundos clamores:
Levántanse oprimidos y opresores,
Y ruge la matanza.
¡Nobles griegos, valor! ¡Que vuestros hijos
Hereden libertad! Con fuerte mano
La barbarie frenad de ese vil pueblo,
Crudo enemigo del linaje humano.
No invoquéis a los príncipes de Europa:
De su ambición en el furor celoso
Los esfuerzos de un pueblo generoso
Con ceño miran y rencor insano.
En un déspota o rey ven un hermano,
Y es déspota el Sultán... Pero vosotros
Armados de valor y alta constancia
Sin ellos triunfaréis. Cuando los padres,
Al morir en el campo de batalla,
A sus hijos encargan
Sangrienta herencia de venganza y gloria,
Aunque la lucha prolongarse puede,
Segura es la victoria.

Mas ¿qué vago rumor hiere mi oído,
Cual sordo trueno en nube tempestuosa
Por los valles dilata su bramido?
¡Ved las sombras augustas de los héroes
Abandonar las tumbas do gemían
Su abandono fatal! Arma sus frentes
Profunda indignación: brillan sus ojos,
Bien como rayo entre tormenta umbría,
Y en sus diestras armadas
Resplandecen vibrando las espadas.

«¡Imitadnos», prorrumpen, o «atrevidos
Nuestra gloria eclipsad! La liza abierta,
Os llama a combatir. La tiranía
Por vuestros campos con aliento impuro
De fuego y sangre verterá un torrente;
Mas no olvidéis que secará la fuente
A un diluvio de lágrimas futuro.
¿Cederéis? ¡No! ¡Jamás! Ventura, gloria
Y libertad os guarda la victoria;
Y la derrota, esclavitud o muerte.
En vuestros jefes nuestro aliento fuerte
Invisibles pondremos,
Y a sus pasos do quier presidiremos».


Y os inspiran, caudillos vengadores,
Que al griego conducís a los combates
De ardor sublime y esperanza lleno.
¡Magnánimo Ipsilanti!
¡Noble Cantacuzeno!
Haced la independencia de la Grecia,
Y haced su libertad. La Grecia libre
Supo arrostrar de Jerjes y Darío
El inmenso poder: la Grecia esclava
Al musulmán cedió... ¡Lección terrible,
Que aprovechar debéis! Europa entera
Y de la noble América los hijos
Guirnaldas tejen de laurel y rosas
Que os adornen las frentes generosas.
Vuestro puro patriótico ardimiento
A nuestros nietos contará la historia,
Y en el augusto templo de la Gloria
De Washington a par tendréis aliento.

¡Oh!, ¿No lo veis? De Grecia las montañas
Fuego desolador va recorriendo,
Y el Eurotas sonante y el Pamiso
Escuchan retumbar en sus orillas
De áspera lid el tormentoso estruendo.
El grito ¡Libertad!  los aires llena,
Y el Bósforo agitado
Hasta Bizancio ¡Libertad!  resuena.

Del Sultán al mortífero decreto
Se lanzan los genízaros... Miradlos
Del griego vengador bajo la espada
Desparecer, como al furor del fuego
La hierba de los campos desecada.
Salamina repítese y Platea.
Mas ¿qué valen? ¡Oh Dios! ¿Nunca se agota
El torrente de bárbaros...? ¡Oh! vedlo
Cual se renueva sin cesar, y corre
Como el flujo feroz del Océano.
Violento, asolador, irresistible...
¡Oh ceguedad funesta, incomprensible,
De matar y morir por un tirano!

¿Cuánta sangre y furor! Reyes de Europa
¿Cómo en vuestros oídos
No suenan los tremendos alaridos
Con que asordado el Bósforo retumba?
¡Oh! ¿Ser podéis fríamente espectadores
De la lucha de Grecia y sus horrores?
¿Esperáis de ese pueblo generoso
El exterminio...? Refrenad la furia
Del musulmán fanático, y lanzadlo,
A les desiertos de Asia, donde viva
Sin matar ni oprimir. Aquesta guerra
Útil, noble, sagrada,
Aceptarán con gozo las naciones;
Del mundo excitaréis las bendiciones,
Y el culto de la Grecia libertada.

¡Ay! mis ojos ¡oh Grecia vengadora!
Tu gloria no verán. La muerte fiera
De mi edad en la dulce primavera,
Cual flor por el arado atropellada,
Va a despeñarme en la región sombría
De! sepulcro fatal. ¡Oh lira mía!
Éstos serán los últimos acentos
Que haga salir de ti mi débil mano.
Mas el hado no heló mi fantasia,
Y en sus alas fogosas conducido
Vivo en el porvenir. Como un espectro
Del sepulcro en el borde suspendido,
Dirijo al cielo mi postrero voto
Porque triunfes ¡oh Grecia! Ya te miro
Lanzar a los tiranos indignada,
Y a la alma Libertad servir de templo
Y al mundo escucho que feliz aplaude
Victoria tal y tan glorioso ejemplo.

(1821)

autógrafo

José María Heredia


«Poesías líricas de don José María de Heredia» (1893)
Poesías varias


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