EL APARECIDO
Se me escapa de los brazos
el mar, incógnito, díscolo...
Tropieza el arco impaciente
de la espuma con silbidos
que entre las aguas y el sol
esparcen escalofríos:
¡Estremecerse, pasar
junto a los más escondidos
alejamientos de flor
huida y en desvarío!
Un balón de pronto cae
desde un triunfo a un laberinto.
Se insinúan torpes, bruscas,
pululan formas de ídolos
recónditos. Irrupciones:
desperezas entre giros.
Tentáculos en proyecto
de animales indecisos
desenvuelven y revuelven
su ceguera. Sombras, rizos,
eses de móviles algas,
los murmullos en añicos.
¡Hay sospechas de coral
en fragmentos vespertinos!
Aquí se ve a los relámpagos
que en zigzag definitivo
viven, red de nervaduras
lívidas, dentro del frío.
Desnudez... Y acaba el tránsito
de lo que tiembla a lo límpido
sobre un silencio: nivel
a la tersura sumiso.
Tersura en acción... Un plano
quiere un más allá ofrecido
sin cesar irresistible.
¡Allanamientos, caminos!
¡Arrojarse fascinado
con ansia de precipicio
para tajante emerger
con felicidad de filo!
Y se abalanzan los brazos
y las piernas hacia un ritmo
que domine a tiempo y alce
los repentes fugitivos.
Vigor de una confluencia:
todo en cifra y ya cumplido...
¡Yo quiero sólo flotar,
aparecer, un respiro!
¡Aparecer en el ser,
y ser entre dos olvidos!
¡Asombro: ser un instante,
si conseguido ya extinto,
pero total y sin meta,
lo eterno en su poderío
tan revelado, tan real,
tan ajeno a mi delirio,
pero dentro de él, colmándolo,
lanzándolo hacia sus mitos!
¡Asombro de ser: cantar,
cantar, cantar sin designio!
¡Mármara, mar, maramar;
confluyan los estribillos!
¡Los azules se barajan:
cielos comunicativos!
Siento en la piel, en la sangre
—fluye todo el mar conmigo—
una confabulación
indomable de prodigios.
¡Mármara, mar, maramar,
y ser y flotar y un grito!
Jorge Guillén