XXII
Bajo los gualandayes el remanso circula;
y en la paz en que vibra la cigarra su antena,
unas vacas solemnes entre el agua serena
se han dormido al murmullo de la onda que ondula.
El cristal transparente con sus sombras se azula;
y entreabriendo los ojos mientras fulge la arena,
ven girar una espuma de color de azucena
que al redor de sus flancos besadora modula.
Con la mansa caricia de su belfo cetrino
desvanecen los copos en ligero naufragio;
pero luego, en la hora del dolor vespertino,
cuando en todas las playas el silencio se aumenta,
ven, mugiendo, que flota como triste presagio
un fulgor moribundo sobre el agua sangrienta.
José Eustasio Rivera