LA VUELTA DEL EMIGRADO
ELEGÍA
Yo os vi desarraigar, olmos lozanos,
Del nativo plantel; yo vi los fosos
Abrir en larga hilera, donde vida
Nueva os dio la común próvida madre;
Yo os vi las ramas extender nacientes,
Y de tierno follaje revestiros.
Niño yo entonces, vuestro liso tronco
Ceñía con la mano; ya ni os puedo
Con ambas abarcar. Ruda corteza
Los caracteres deformó, que un día
En vosotros grabé, cual en mi rostro
La mano de la edad y la desgracia
Trocaron ¡ay! en repugnante ceño
Los dulces rasgos de la infancia hermosa.
En otro tiempo para mí de dicha
Me visteis de la cítara sonante
Pulsar las cuerdas por la vez primera,
Y ufano celebrar el fausto día
En que la patria respiró. Sobre este
Duro peñasco destrocé furioso
La libre lira, cuando hueste inmensa
Descendió de la cumbre de Pirene,
Para arrasar el venerando templo
Que a la alma libertad alzara España.
¿Cuál es el árbol de vosotros, donde
Di reclinado lágrimas ardientes
De la patria infeliz a la ruina
Al deciros adiós? ¡Cielos! ¡qué miro!
¿No era aquél? Sí. ¡De la segur despojo
Fuiste al fin!... ¡Como tantos inocentes
Que bárbara inmoló la tiranía!
Pero tú, más feliz, árbol querido,
Vuelves a renacer en ese bello
Vástago que a tu pie brota pujante,
Y las vidas ¡ay, Dios! que en el sepulcro
La mano sumergió del despotismo,
Para siempre jamás en él se hundieron.
Pero estas melancólicas memorias
Abandonemos ya. La patria vuelve
De nuevo a respirar el aura pura
De libertad; y a saludaros torno,
Árboles, otra vez. No ya, cual antes,
Mancebo, de venturas coronado,
No. Huérfano me veis, sin bienes, seca
Del padecer la fuente de mi vida.
Corta será su duración; mas si oye
La Parca ruegos de quien no la teme,
Cuando tendido a vuestra sombra entone
Con falleciente voz, en llanto ahogada
Los números que en días más serenos
Vosotros me inspirasteis, vibre el golpe
Crüel entonces; y la vida mía,
Donde canté la libertad, acabe.
29 de Mayo de 1834
Juan Eugenio Hartzenbusch