BALCONES DE LA TARDE
Balcones hay en la tarde llenos de luces moras,
donde ríen las niñas poéticas, bullidoras.
Balcones de la tarde, con purpurinos claveles,
donde las niñas sueñan cuentos de espadas, roeles.
Balcones dorados de los lejanos miradores;
desde ellos las colegialas se envían besos de amores.
Hay tristes en las llanuras, donde desamparada
llora la virgen sola su perdida estrella amada.
En los que miran al valle de la doliente encina
la nativa esperanza de un corazón declina.
En los obscurecidos cuando la humedad impera,
larga noche de angustia la flor anémica espera.
Mas, uno mira al lago, con moriscos barandales;
y trae a mi mente goces de ayer sin iguales.
Era de luz argentada, era perlino, hechicero;
en el blasón tenía una ancla y un mastelero.
Vino la niebla de oro, niebla de rosa ambarina;
y la virgen del lago contome un sueño, divina.
Cuando los miro ahora, la llama de amores arde;
¡llenos de luces rosadas balcones de la tarde!
José María Eguren