LA TARDA
Despunta por la rambla amarillenta,
donde el puma se acobarda;
viene de lágrimas exenta
la Tarda.
Ella del esqueleto madre
al puente baja inescuchada,
y antes que el rondín ladre
a la alborada
lanza ronca carcajada.
Y con sus epitalamios rojos,
sus vacíos ojos
y su extraña belleza,
pasa sin ver por la senda bravía,
sin ver que hoy me he muerto de tristeza
y de monotonía.
Va a la ciudad, que duerme parda,
por la muerta avenida,
sin ver el dolor, distraída,
la Tarda.
José María Eguren