LIED IV
La noche pasaba,
y al terror de las nébulas, sus ojos
inefables reían la tristeza.
La muda palabra
en la mansión culpable se veía,
como del Dios antiguo la sentencia.
La funesta falta
descubrieron los canes, olfateando
en el viento la sombra de la muerta.
La bella cantaba,
y el florete durmióse en la armería
sangrando la piedad de la inocencia.
José María Eguren