EL CORAZÓN
Ni una voz, ni un sonido
conviviéndose en él.
Si hundo mi mano extraigo
sombra;
si mi pupila,
noche;
si mi palabra,
sed.
Como nada puebla el desierto,
tal esta soledad;
como la caída de una piedra en el sueño,
tal esta soledad.
Como la sombra
está, la noche
está, la sed,
la muerte verdadera
en su reino impasible
reina y aguarda en pie.
José Ángel Valente