Érase una vieja
De gloriosa fama,
Amiga de niñas,
De niñas que labran.
Para su contento
Alquiló una casa
Donde sus vecinas
Hagan sus coladas.
Con la sed de amor
Corren a la balsa
Cien mil sabandijas
De natura varia,
A que con sus manos,
Pues tiene tal gracia
Como el unicornio,
Bendiga las aguas.
También acudía
La viuda honrada,
Del muerto marido
Sintiendo la falta,
Con tan grande extremo,
Que allí se juntaba
A llorar por él
Lágrimas cansadas.
Luis de Góngora y Argote, 1581