¿En qué puedo esperar contentamiento,
si tras todo mi mal, señora mía,
consiente mi fortuna que a porfía
me venga ahora a dañar cada elemento?
Mis esperanzas se las lleva el viento,
el fuego crece donde arder solía,
llevóme el agua cuanto bien tenía
y la tierra me hará el apartamiento.
Vos juntaréis con esto el olvidarme,
pues quedar no merezco asegurado
del continuo temor de vuestro olvido;
y no me quejaré por no aliviarme,
que no es justo que quede en otro estado
el que vivo quedó y os ha perdido.
Hernando de Acuña