Si a decirte verdad voy obligado,
don Martín, pues sé bien la de tu pecho
y estás de mi amistad tan satisfecho
cuanto yo de la tuya confiado,
te amonesto que dejes el errado
camino por do vas, que a poco trecho,
si le sigues, verás el mortal lecho
que para el sueño eterno está guardado.
No apacientes tu hato en la ribera
del pequeño Sebeto, aunque te sea
agradable su agua y campo llano;
mas huye de su ninfa Galatea,
que, aunque es hermosa, es cruda, ingrata y fiera.
No es Silvia, no, con su pastor Silvano.
Hernando de Acuña