Pude partirme con pensar que fuera
por ausencia menor la pena mía,
y ahora, en verme si el bien que veía,
no sé: quien me detiene que no muera;
mas sois, señora, vos, que tan entera,
en aquel mismo grado que solía,
os tiene esta alma como el mismo día
que me causaste la impresión primera.
Desde allí dais esfuerzo a lo vencido,
y pueden sustentarse entre mil males
el alma y corazón con sólo veros;
yo vivo sin temor, porque he sabido
que ya no me harán penas mortales
perder tan alto bien como quereros.
Hernando de Acuña