Vivir, señora, quien os vio, sin veros,
no es por virtud ni fuerza de la vida,
que, en partiendo de vos, fuera perdida,
si el dejaros de ver fuese perderos;
mas de tantos valor es el quereros,
que, en teniédoos el alma en sí esculpida,
de su vista y memoria, que no olvida,
ninguna novedad basta a moveros.
Así, aunque lejos de vuestra presencia,
vos sola me estaréis siempre presente
y no me faltaréis hora ninguna,
sin que pueda tenerme un punto ausente
el áspero desdén, la cruda ausencia,
nueva llaga de amor, tiempo o fortuna.
Hernando de Acuña