Mientras amor con deleitoso engaño
daba color a la esperanza mía,
el seso, lo mejor que él entendía,
declarar procuró mi mal extraño.
Pero ya que llegar a ser tamaño
le vio, y que iba creciendo cada día,
dejó la menos necesaria vía
por más considerar el propio daño.
Desde allí, va en silencio y noche escura,
con mil acuerdos de mi bien pasado,
y del presente mal, paso mi vida;
que en tal extremo está de desventura,
que (si hay firmeza en miserable estado)
ni puedo ya subir, ni dar caída.
Hernando de Acuña