IN MEMORIAM
El día que a mis puertas llamaste, oh peregrino,
signé con piedra blanca, para eternal memoria,
eternal, si, eternal porque un rayo de gloria
consagró desde entonces mi ignorado camino.
Llegaste con el blando pisar del pie divino.
Yo, en la arcaica vitela. que mi gruta ilusoria
guarda, pinto el relato de esta mágica historia
del hombre que llegó a tornar mi agua en vino.
Si hemos hablado un día o un siglo, no sabría
decirlo, dulce hermano en la flauta doliente.
El placer de estar triste no es la melancolía.
Mientras e1 mundo corres y vas, de gente en gente,
tu nombre resplandece cual nieve de alegria
sobre el ya extinto cráter de un corazón ardiente.
Guillermo Valencia