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DIÁLOGO CON OVIDIO

Cum subit illius tristissima noctis imago
quae mihi supremum tempus in Urbe fuit…


Leo en romano viejo cada amanecer
a mi Ovidio intacto, ei mihi,
ay de mí palomas,
cuervas más bien, pájaras
aeronáuticas, ya entrado
el año del laúd del que no sé
pero sé aciago.

Escriban,
limpio en el mármol: aquí yace
uno que no nació pero ardió
y ardió por los ardidos.

Todo anda bien, el universo
anda bien, las estrellas
están pegadas a ese techo
remotísimo, mismo este árbol
parado ahí en sus raíces que esta casa
hueca de aire, misma la obsesión
de la muchacha flexible que me fue locura
a los dieciséis, la que aparentemente no se ve
pero se ve, morenía
y turquesa y piernas largas que va ahí
corriendo por esa playa vertiginosa donde no hay nadie
sino una muchacha velocísima encima de
la arena del ventarrón, corriendo.

Ei mihi: pero el horror
Ovidio mío no es lo que es o
lo que no es sino el desparramo
de la gente, los corrales
enloquecidos de los Metros fuera de madre de
Nínive a New York a la siga
de la usura como dijo Pound, el riquerío
contra el pobrerío del planeta, la dispersión
de los dioses, todo el uranio
de los bombarderos contra Júpiter, sin hablar
de la servidumbre del seso
a cuanta altanería, llámese
computación o parodia,
todo anda bien
en la Urbe, todo y todo.

Pero no hay Urbe, hay
estrépito y semáforos hasta las galaxias, pero no
hay Urbe, falta
el placer de ser sin miedo al
pecado del psicoanálisis, el páramo
de los rascacielos es mísera opulencia, el mismo amor
que amaste pestilencia seca del rencor, y
ya en el orden del cuerpo ¿dónde está el cuerpo?,
la nariz que fuiste ¿dónde?, y tú sabes de nariz, ¿la oreja
de oír dónde?, ¿el ojo
de ver y de transver?

No hay visiones
a lo Blake sino hoyo
negro, Publio
Ovidio, ¿me oyes, estás ahí en
la dimensión del otro exilio más allá del Ponto, en la imago
tristissima
de aquella noche, o
simplemente no hay Urbe allá, mi romano, nunca
hubo Urbe ni
imperio con
todas las águilas? ¿Sólo el Tibre*
quedó? Aquí andamos
como podemos: hazte púer
otra vez para que nos entiendan el respiro
del ritmo. Ya no hablamos en portentoso como entonces
latín fragante sino en bárbaro-fonón. Piénsalo,
Te estoy leyendo al alba.


* Léase Tibre, conforme dijo Quevedo para aludir al Tíber, o Tevere en italiano

autógrafo
Gonzalo Rojas


I - Concierto

Voz: Gonzalo Rojas Voz: Gonzalo Rojas


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