EL NUEVO DIOS
¡Átomo que flotabas en el seno
de la Eterna Materia, detenido
por la frágil barrera del sonido
y el estupor del razonar sereno!
¡Ya estás libre y las órbitas del trueno
se rompen ante el Dios Enardecido,
que le impone sus llamas al vencido
bajo la estrella del acetileno!
¡Yo me cubro la cara con un paño
de luto mineral y sólo puedo
tímidamente soslayar el daño
y señalar con suplicante dedo,
hacia la inmensa cúpula de estaño
donde fulgura el pedestal del Miedo!
Germán Pardo García