PAISAJE PARA UN IDILIO
Un ciego toro que angustiado brama,
inmóvil en el agro mortecino.
Una mujer y un cántaro salino
sobre sus hombros que el verano inflama.
Quemó el rescoldo la mezquina grama.
Calvado el suelo. El tronco del sabino
pudriéndose desnudo. ¡Y el Destino,
la Destrucción que los desiertos ama!
¡Yo amo también los ácidos despojos
del valle inverecundo, y a sus lomas
vengo a acechar con ávidas miradas,
a un tigre cancerándose los ojos,
y a un grupo de blanquísimas palomas
por alciones satánicos violadas!
Germán Pardo García