PUERTA NOCTURNA
Tantas veces llamé, tantas y tantas
a esa nocturna puerta enmohecida,
que hoy me parece que gasté mi vida
golpeando contra ti, que te agigantas
¡oh Puerta del Dolor! Y me quebrantas
con tu espectro de cal endurecida,
siempre soberbia, lúgubre y erguida,
rompiéndome a la vez puños y plantas.
Mas una noche levanté una piedra.
La arrojé contra el duelo que aún me arredra.
Cimbró el cerrojo. Se cuarteó el granito.
Después, silencio. La quietud murada.
La inexorable puerta clausurada,
y un miedo entre las sombras infinito.
Germán Pardo García