HIMNO DE TRIUNFO
4
Y exploro mis arterias directrices,
y el rojo suero nutridor circula.
Nada perece, nada se estrangula.
Por sí mismas se van mis cicatrices.
No es necesario que me divinices,
¡oh Eterno Dinamismo, oh Noche Nula!
Tengo divinidad que se atribula,
sin que sus llamaradas carbonices.
Y es verdad lo que escribo. De los muertos
yo empuño lo más grande y los desiertos
arboran su muralla encalecida
con vecindad de mis nocturnos ríos.
En la frondalla de los bosques míos
violento ruiseñor pulsa su herida.
Germán Pardo García