EL ÁNGEL DE LA QUIETUD
Ángel de la quietud, que pulverizas
los ruidos y a la oscura salitrera
la adornas con tu gris adormidera
y el sueño de los bosques engranizas.
¡Qué terrible hermosura cristalizas!
¡Qué espanto en tu solemne cabellera!
¡Qué frío en tu sandalia forastera!
¡Qué extranjero tu rostro de cenizas!
Parado estoy ante la vida y tengo
puño de bronce rápido y sostengo
piafante sol y aguda cerbatana.
No avances a mis hombros todavía.
No me toques aún, pues quedaría
convertido en un árbol de obsidiana.
Germán Pardo García