ÁNGELES SOBRE INGLATERRA
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Coral que oceanizaste mi destino,
porque en los suavilunios de tu cara
tembló mi oscuridad como si hallara
los ojos de un acuático cervino.
En mis manos espíritas el vino
se volvió tan azul cual si brotara
de un cielo cenital donde silbara
su intensa conmoción un estornino.
Faciales lunas, oxidantes grises
tejidos sobre nórdicos países
donde una catedral se apronta al vuelo.
Todo fue así, lucerador: las rosas
estilizadas, las divinas cosas,
el vino azul que derramaba el cielo.
Germán Pardo García