QUIETUD EN LA NOCHE
En la noche mural nada se mueve.
Ni siquiera ese viento rutinario
que ensarta cristalino silabario
en las agudas briznas cuando llueve.
El quietismo en lo grande y en lo breve
acumula el rigor de lo estatuario,
lo mismo en el inmenso planetario
o en una espora que a existir se atreve.
Enigma hasta en los útiles objetos
que en el día nos abren sus secretos:
un cristal, una página de espumas.
Cuando mucho, el cimbrar de antiguo zarzo.
Y unos ojos en órbitas de cuarzo
que miran sin piedad hacia las brumas.
Germán Pardo García