CUMBRES DE VIDA
Hasta ese flanco del bastión andino
yo subía, a través de la vereda,
para ver desde arriba la arboleda
dorándose al otoño campesino.
El valle, humano y a la vez divino,
reforestaba la clemente greda,
y el agrícola ejemplo de la rueda
cumplía la humildad de su destino.
Los días eran grandes y mi sueño
desde entonces titánico, en el leño
de un roble se apoyaba con el rudo
poder de un joven labrador que siente
los huracanes combatir su frente,
y muéstrase magnífico y desnudo.
Germán Pardo García