LA DICHA CRUEL
Mirad mi dicha sórdida. Por un instante, os digo,
compartid este gozo que en mi ser eterniza
la negación de un cielo cuya abismal ceniza
desciende sobre mí, cual plúmbago castigo.
Venid a mis victorias a coronar conmigo
los desolados túmulos de un amor que agoniza,
y ved cómo ante un cielo de atmósfera caliza,
prosterna su abundancia mi corazón mendigo.
¡Tomad de este sabor de mis triunfos humanos?
Mas piérdense las súplicas y humíllanse las manos
con el peso profundo de mi dicha, disforme
cual una gigantesca vegetación de trópicos,
que florece en la garra de los climas hidrópicos
y muere en la crueldad de un desamparo enorme.
Germán Pardo García