EL ÍDOLO
Sobre el ara, que lívida sustenta
fervor de gloria en lobreguez de llanto,
se alza impasible un ídolo de espanto
que de mis agonías se alimenta.
Esclavizada el ánima y sedienta,
humíllale coronas de quebranto
a la impiedad del ídolo, que, en tanto,
inexorable su dominio sienta.
Mas, cuando se amortiguan las pisadas
y quédanse las naves desoladas,
ese ídolo fatal, que es sangre mía,
doblégase en las sombras abatido,
y en su consternación lanza un gemido
que estremece la sorda galería.
Germán Pardo García