EL RECINTO
Mansión de pena. Atribulados muros
que altivo y solo levanté yo mismo.
En su desolación hay un abismo
y en las salas suntuosos claroscuros.
Inmensos lampadarios y seguros
aldabones, agravan el mutismo
de las cosas, que un ciego fatalismo
petrificó al poder de sus conjuros.
La vida se detuvo hace mil años,
y sólo allí florecen los extraños
gozos de un ser satánico y sombrío
que así formó su taciturno imperio.
La soberbia, la muerte y el misterio
coronan su implacable señorío.
Germán Pardo García