LA IDA DEL HOMBRE
Setenta años es mucho,
muero viejo,
cansado de trabajar,
dieciséis horas últimamente,
y no he ganado en toda mi vida
lo que gana un jugador en una tarde
dando patadas a un balón.
Por este bienestar, y esta armonía,
que me sube del pie a la garganta
sé que muero,
y esta tonta de mujer anda llorando,
nunca tuvo idea de los acontecimientos.
Buena vida para los dos se abre.
Noto empiezo a encogerme;
he de nacer de nuevo parido de esta madre que es la muerte;
ya no te despertará mi tos de madrugada,
ya no pasaré más frío en la obra,
se cicatrizarán mis sabañones,
podrás desempeñar las mantas
con lo que te dé el Montepío,
mujer, hazte cargo, no es motivo que llores por tan poca cosa.
Gloria Fuertes