MELANCOLÍA DEL MENDIGO
He mirado al mendigo mucho más que otras veces,
lo mejor del mendigo es su pelo y su mano,
su mano se desliza por el aire cuchillo
y se clava en tu pecho y te pincha temblando.
El mendigo del puerto tiene sabiduría,
en esa mano larga que te tiende cortante,
él ya sabe la frase, según vengas o vayas,
a unos: por amor de Dios... Y a otros: salud,
hermano —según te ve el pelaje—.
El mendigo en su choza tiene discos antiguos,
un reloj sin manillas y un ave disecada;
el mendigo es un ente sabihondo y profundo
y tiene una querida que llorar al recitar.
Gloria Fuertes