ORFEO
¿Para quién cantas tú, para quién canta
tu alma de luz, el lirio de tu cuello?
¿Para el fuego de Apolo o el cabello
en fuga huracanado de Atalanta?
Árboles, rocas, fieras, mueve, imanta,
bambolea y concentra tu destello
de oro, tu timbre que, si eriza el vello
desde el orco hasta el cielo nos levanta.
Tu voz conduces, intervalas, bañas
en llanto. Se te rompe. Mas perdura
tu mano. Orfeo, que edifica y dice
—arrancando a la lira sus entrañas—
las sílabas de un nombre que inaugura,
crea toda la música: ¡Euridice!
Gerardo Diego