LOS POTROS
Son cuatrocientos potros
trotando, trotando, trotando.
Van como una tormenta
hecha de un trueno largo
y de una nube parda;
los cuatrocientos potros — casi todos de pelos oscuros
van como una tormenta
con relámpagos tordillos blancos.
Jinetes en caballos ha tiempo arrocinados;
sacudiendo los ponchos de calientes colores,
mal doblados en pliegues y colgantes del brazo,
con silbidos y voces
los troperos los van azuzando.
Así marchan los potros
trotando, trotando, trotando.
Cuando encuentran un río
lo vadean a nado,
y por unos momentos solamente se ven
las cabezas ansiosas a flor de agua boyando.
Al salir a la orilla,
jadeantes y empapados,
agachan las orejas, se sacuden las crines,
relinchan unos cuantos,
y en seguida, otra vez
son cuatrocientos potros trotando, trotando, trotando.
Cuando llegue la noche, cumplida la jornada,
—previendo una posible disparada de potros—
los troperos harán cuatro fuegos bien grandes
que arderán a la vez en las puntas del campo;
luego, mientras vigile quien se quede de ronda,
hombres y animales buscarán el descanso;
¡y los potros salvajes dormirán sin saber
que su albedrío ha muerto, y que lo están velando!
Fernán Silva Valdés