EL SUSPIRO DEL ÁNGEL
El sátiro bestial quedó jadeante
admirando la carne palpitante
de la virgen pletórica de vida:
vio el nido de su seno perfumado
y tembló del lascivia el desdichado,
con la fiebre en las venas encendida.
Echada en la otomana, silenciosa,
en actitud hierática, la hermosa,
en sus pupilas el fulgor de un astro,
parecía satánica escultura,
modelada su esplendida hermosura
en un trozo de pálido alabastro.
De su ardiente locura en el exceso,
frenético tal vez por darla un beso
y de rasgar sus virginales galas,
el sátiro aherroja quedo muerto
mientras el ángel con suspiro incierto
y femenil desprecio abrió las alas.
Froylán Turcios