BELKIIS II
Nastosénen te trajo de los países floridos,
en conchas de tortugas, los tesoros del mar:
lyncurios que parecen carbunclos encendidos
y cerannias que absorben la blanca luz solar.
Tan solo el anacámpsero que turbó tus sentidos
tus tesoros espléndidos te obligó a abandonar,
ónixes de la Arabia, brillantes escogidos
que cansaron tus ojos con su eterno brillar.
Pero el arca de ensueño tu corazón no alegra,
ni la blanca bucardia con su pupila negra,
ni las hojas de balis que resucitan muertos.
Te persigue una imagen, un acento te nombra.
Tus senos son dos tiendas a cuya dulce sombra
los ojos de tu amado se dormirán abiertos.
Froylán Turcios