A DON TOMÁS DE IRIARTE
En mis versos, Iriarte,
ya no quiero más arte
que poner a los tuyos por modelo.
A competir anhelo
con tu numen, que el sabio mundo admira,
si me prestas tu lira,
aquella en que tocaron dulcemente
Música y Poesía juntamente.
Esto no puede ser: Ordena Apolo
que, digno sólo tú, la pulses solo.
¿Y por qué sólo tú? Pues cuando menos,
¿no he de hacer versos fáciles, amenos,
sin ambicioso ornato?
¿Gastas otro poético aparato?
Si tú sobre el Parnaso te empinases,
y desde allí cantases:
Risco tramonto de época altanera,
«Góngora que te siga», te dijera.
Pero si vas marchando por el llano,
cantándonos en verso castellano
cosas claras, sencillas, naturales,
y todas ellas tales,
que aun aquel que no entiende poesía
dice: Eso yo también me lo diría,
¿por qué no he de imitarte, y aun acaso
antes que tú trepar por el Parnaso?
No imploras las sirenas ni las musas,
ni de númenes usas;
ni aun siquiera confías en Apolo.
A la naturaleza imploras sólo,
y ella, sabia, te dicta sus verdades.
Yo te imito: No invoco a las deidades,
y por mejor consejo,
sea mi sacro numen cierto viejo,
Esopo, digo. Díctame, machucho,
una de tus patrañas, que te escucho.
Félix María de Samaniego