ANOTACIONES A LA POÉTICA
CANTO IV
15. EPIGRAMA
El Epigrama, parto exclusivo del ingenio, tiene por divisa
la brevedad y la agudeza: ha de nacer, por decirlo así, espontáneamente y en un
instante, como algunas flores del campo.
Los Griegos tomaban ta voz epigrama en una acepción más extensa que
nosotros, como se echa de ver no solo por el significado riguroso de la palabra
misma, sino por las muestras que nos han dejado: entre ellas hay algunos
epigramas notables por lo ingenioso del pensamiento y la sencillez de la
expresión; tal es, a mi ver, el siguiente, cuyo sentido he procurado conservar:
INSCRIPCIÓN
Sobre una estatua de Niobe.
Por la celeste venganza
Quedé en mármol convertida;
Mas el arte tanto alcanza
Que en el mármol me da vida.
De los Latinos tenemos la colección completa de Marcial, sobradamente copiosa
para que sea toda ella escogida; pero que es tal vez el más rico tesoro en este
género, aunque haya confirmado la posteridad el juicio que de su obra formó el
mismo poeta: hay en ella muchos epigramas malos, algunos medianos, y otros
buenos.
España puede lisonjearse, no solo de haber dado el ser al mencionado poeta
latino, sino de haber ostentado en todas épocas el ingenio vivo y agudo de sus
naturales, muy apto para esta clase de composición; en la cual se distinguieron
mucho, entre los antiguos poetas, Baltasar de Alcázar y Salvador Polo de Medina,
y entre los modernos, el erudito don Juan de Iriarte y el ameno don José
Iglesias. Estos son tal vez los que han compuesto en castellano mayor número de
epigramas; pero otros poetas han sembrado muchos en sus obras, y no pocos llenos
de agudeza y donaire. Par dar alguna idea de esta clase de composición, se
insertan a continuación varias muestras:
Cavando un sepulcro un hombre,
Sacó largo, corvo y grueso,
Entre otros muchos, un hueso
Que cuerno tiene por nombre:
Volviole al sepulcro al punto;
Y viéndole un cortesano,
Dijo: «Bien hacéis, hermano,
Que es hueso de ese difunto».
Polo de Medina.
EPITAFIO DE UN VALENTÓN.
Rendí, rompí, derribé,
Rajé, deshice, prendí,
Desalié, desmentí,
Venci, acuchillé, maté.
Fui tan bravo, que me alabo
En la misma sepultura;
Matome una calentura:
¿Cuál de los dos es más bravo?
Lope de Vega.
LAS TOSES.
Cuatro dientes te quedaron,
Si me acuerdo; más dos,
Ella, de una tos volaron,
Los otros dos de otra tos:
Seguramente toser
Puedes ya todos los días;
Pues no tiene en tus encías
La tercera tos que hacer.
De Marcial, traducido por Bartolomé de Argensola
Mostrome Inés por retrato
De su belleza los pies;
Yo le dije: «Eso es, Inés,
Buscar cinco pies al gato»
Riose; y como eran bellos,
Y ella por extremo bella,
Arremetí por cogella,
Y escaposeme por ellos.
Baltasar de Alcázar.
EPITAFIO.
Solo murió de constante
La que está bajo esta losa:
Acércate, caminante,
Pues no murió tal amante
De enfermedad contagiosa.
Don José Cadalso
A la boda de Venus con Vulcano.
Venus alegre y mocita;
Vulcano viejo y celoso;
Marte amigo del esposo
¡Ay, qué boda tan bonita:
Del mismo autor
EPITAFIO.
A un ignorante que dejó una copiosa librería.
De libros un gran caudal
Aquí un ético dejó:
No temáis comprarlos, no,
Que no se les pegó el mal.
Don Juan de Iriarte
LA VISIÓN.
Por cierto barrio pasaba
Noche estiva; y a una reja
Miré acaso, y vi a una vieja
Que las pulgas se miraba:
Juzguela infernal dragón,
Di un grito y le hice la cruz;
Y apagando ella la luz,
Despareció la visión.
Don José Iglesias.
Dice la calva María
Que es suyo propio el cabello.
Y dice bien, que de balde
No se le da el peluquero.
Don León de Arroyal.
EPITAFIO.
Aquí Fray Diego reposa:
Y jamas hizo otra cosa.
Don Pablo Jérica.
Francisco Martínez de la Rosa