AL SUEÑO
Único alivio del mortal infausto,
Bálsamo dulce del herido pecho,
¡Ven, blando Sueño, y mis cansados ojos
Lánguido cierra!
Ven, y cobija con tus graves alas,
Dios silencioso, mi apartado lecho,
De amor un tiempo venturoso nido,
Mísero ahora.
Goce adormido en tus tranquilos brazos,
Al son del viento que las hojas mueve,
O al sordo ruido de lejana lluvia,
Plácida calma.
La hermosa imagen de mi dueño ausente
Miren mis ojos y mis brazos ciñan;
Y el dulce néctar de su dulce boca
Ávido beba.
Ni oscura sombra ni mortal gemido
Turben, o Sueño, mi feliz descanso;
Ni de mi frente en el beleño escondas
Áspero abrojo.
Francisco Martínez de la Rosa