SONETO XXXIX
¡Oh, indigno de la vida acá en el suelo!,
¡oh, del propio vivir ciego homicida!,
¿quién al Supremo Autor de toda vida
no aspira con vital y ardiente celo?
Si vuestra humanidad vive en el cielo,
colma de gloria, al verbo eterno unida,
como a su esfera en Dios puesta y subida,
do no sube el mortal, caduco velo;
si los rayos del Sol tiran al alto
las nubes y una estrella el duro acero,
tocado a piedra imán, llama y aplica;
¿cómo a tu Sol y Dios, Hombre y Cordero,
hombre, no vas con presto y fácil salto,
pues nuestra en sí natura glorifica?
Francisco de Aldana