SONETO XXXVI
Sacrosanta, inmortal fuente que sales
de Dios, de quien manaste eternamente,
cuya lleneza es tal que, siendo fuente
de Dios, el mismo Dios eres y vales;
redentora verdad, que a los mortales
—¡oh, bien dichoso aquel que bien te siente!—
tu cuerpo das, velado en accidente
de pan, restaurador de nuestros males.
Señor, pues ya se encubre el mortal velo
la luz que en alto ardor de fe se mira,
que es proporción igual con tu gran llama
—¡Oh, Palabra de Dios bajada al suelo!—,
sube la mía do estás, tu luz inspira
a quien por fe te busca, adora y ama.
Francisco de Aldana