TRES MIL LATIDOS Y DOSCIENTOS LITROS DE SANGRE
[Odio
casi como quiero.]
Odio que llueva
y que el sol evapore los charcos
y el calor seque mi cuerpo
sin dejar espacio al frío.
Odio alimentarme de restos
de todo lo que fue:
moribundos,
insaciables,
apenas laten pero resuenan como vivos.
Odio el frío:
solo es una excusa
para llamar a tu abrazo,
odio
llorar
sin poder contártelo
—como quien se masturba
en soledad
y sin fantasmas—,
odio dormir por inercia
y no por agotamiento.
Odio
mi falta de presencia ante los destellos,
esta incapacidad mía
al intentar atrapar las estrellas fugaces
y obligarlas a quedarse,
repeler
todo aquello que signifique abrazarme
por si me daña.
Odio
poder decidir sobre mi muerte
mientras la vida aparece y desaparece
cuando le da la puta gana.
Odio
desconocerme cuando recupero mi pasado
—estoy hecha
de un bucle que rechazo y repito—.
Odio
tanto
que no sé odiar.
[Odio
muchas cosas.
Pero a ti no podría odiarte.
Porque odio
casi como quiero.
Y contigo
siempre he sido
a doble
o nada].
Elvira Sastre