ÚLTIMA SOMBRA
La noche está levantada
como un gran muro de piedra
y el tiempo la está empujando
sin poderla derribar.
Las estrellas se colocan
a un lado, por sostenerla;
el sol, por detrás, la aguanta
con sus manos de cristal;
el agua se hace bandera
y el viento se hace puntal,
para poder defenderla mejor,
contra su rival,
que de su empeño no ceja.
Todo cambia su camino,
porque la noche no acabe
sin que cumpla su destino.
Frente a su muro, yo, alzado
en cruz, aguardo mi suerte:
un disparo en el silencio,
un blanco en mi soledad
que, al fin, termine el misterio
de tanto inútil buscar
mi nombre en mi pensamiento.
Sobre el muro de la noche,
con el fósforo del sueño
mi dedo mojado en alma
va escribiendo su señal...
—Aunque mi cuerpo no veas,
aquí está su vida, muerte:
ven pronto, si has de llegar.
Escúpeme sobre el pecho,
y que tu ardiente saliva
me funda en la negra cal
de la sombra de lo eterno
que hoy respaldándome está.
Mi nombre, así perderé,
y, perdiéndolo, he de hallar
lo que pensando no encuentro
y es causa de mi pensar.
Bajo esta señal te espero
y es molde de esta señal
todo mi conocimiento.
Aquí estoy. No dudes más.
Venga tu golpe derecho.
La noche está levantada
como un gran muro de piedra
y el tiempo la está empujando
sin poderla derribar...
Árbol fiel de la verdad,
frente a la noche, mi cuerpo
no descansa de esperar.
Mis ojos son ya luceros.
Emilio Prados